¿Qué deben hacer ahora que necesitan del FMI?
Antonio Margariti
Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor
del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo
para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de
Rosario.
Provoca
desilusión y profunda tristeza comprobar que un gobierno comprometido con el Cambio
de cultura deba solicitar la redención de su bancarrota al F.M.I. pidiéndole
dólares y que le indique cuáles son los cambios que debe hacer si pretende que
Argentina vuelva a levantarse y no se precipite en otro escandaloso fracaso, reiterado cada 5 años desde 1946 a
hoy.
Así como ciertos
políticos exigen a los agricultores que liquiden existencias y se pongan el país al
hombro para proveer dólares al Estado, los ciudadanos que los hemos votado
debiéramos lanzar un ensordecedor clamor popular exigiéndoles que reduzcan el despilfarro de nuestro dinero y se
hagan responsables de este desastre histórico. Todos, incluyendo oficialismo
y el abanico de opositores.
Que nadie
nunca más apruebe irresponsablemente
leyes que generen déficits por los cuales se permite al Gobierno gastar más
dinero del que recauda con impuestos, o que se le autorice endeudarse a costa
ajena, o que decidan la impresión de billetes bastardos
por el Banco Central, recomprando esa falsificación con las estratosféricas
tasas de interés de las Lebac y Letes del Tesoro.
Los autores
de este desastre, precedentes y actuales, no saben pedir perdón por su ignorancia ni arrepentirse para reparar
las consecuencias de sus errores. Todo recae sobre el conjunto de la población,
que incluye niños inocentes, leales trabajadores, honestos empresarios y venerables ancianos. Pero también
abarca a personajes que viven del presupuesto del Estado y holgazanes que
cobran sin trabajar o se jubilan sin
aportar.
Ha que ser
sinceros y decir la verdad. Más que el gradualismo, lo que ha fracasado
ampliamente es el keynesianismo de los
gobiernos que hemos tenido en los 35 años de democracia. La
anterior gestión matrimonial basó su keynesianismo-aborigen
en el despilfarro a lo loco, corrupción para sus bolsillos,
subsidios universales, venta de divisas a término a precios ridículos y financiamiento bastardo con emisión de falso
dinero. El actual gobierno asentó
su keynesianismo-foráneo en la
continuidad e incremento de los subsidios sociales añadiendo excesiva obra
pública con financiación externa en
dólares prestados.
Los señores diputados,
senadores nacionales y provinciales y los concejales municipales para evitar
las crisis recurrentes que se repiten desde hace 70 años y que nos condenan a
una atroz decadencia, debieran reconocer que su tarea esencial en
representación del pueblo de la Nación consiste en poner límites
institucionales a su propia tendencia de aprobar gastos sin contar con
financiamiento genuino o a gastar en exceso pensando que ello les proporcionará
más votos en la próxima elección.
Frente a esta
nueva irrupción del F.M.I. para prestarnos dólares y monitorear nuestra incorregible
conducta, los legisladores que todavía
conserven un resto de dignidad y jirones del espíritu patriótico debieran dar
dos pasos para una reforma fiscal genuinamente efectiva.
El primer
paso, es el reconocimiento explícito de
que precisan una norma de orden público superior a las ideas de sus propios
partidos, estableciendo un límite fijo, cuantitativo, indeformablemente legal e inviolable en época
de paz, para aprobar cualquier erogación de dinero de los contribuyentes, tanto sea en
gastos como en transferencias o inversiones en obras públicas. En nuestra
democracia, el monto de los presupuestos no puede dejarse nunca más librado a
la picardía de las mayorías o arreglos con minorías legislativas. Como un asunto sagrado, nuestros políticos necesitan una regla superior a ellos mismos, que les permita frenar los impulsos
por gastar dinero ajeno y rechazar los reclamos de su clientela o de la
burocracia estatal.
El segundo paso, consiste en que la regla eficaz tiene que ofrecer objetivos
claros acerca de su mantenimiento y de su violación. Tanto ellos, políticos, como nosotros, ciudadanos de a pie, tenemos que
ser capaces de discernir claramente cuándo se vulnera la regla y en este caso, se
deben hacer personal y solidariamente responsables con su patrimonio particular
como si fuesen perjuros que han jurado en vano al asumir el cargo para el que
fueron elegidos.
Esas reglas
superiores y eficaces debieran
legislarse de este modo:
1° El
presidente de la Nación y los gobernadores de provincia tendrán que presentar
presupuestos de gastos, inversiones y servicios de la deuda, por montos exactamente
iguales a la recaudación esperada en impuestos, tasas, contribuciones, aportes,
tributos, derechos o ingresos públicos similares.
2° En ningún
caso, el total de los presupuestos podrá superar el 25 % del PBI del año
precedente expresado en moneda corriente, sin ajustes ni indexaciones de
ninguna naturaleza.
3° Los
intendentes de comunas y municipios sólo podrán cobrar tasas por prestación de
servicios de: inspecciones bromatológicas; recolección de residuos domiciliarios; alumbrado
público; pavimentación de aceras y
calles; barrido y limpieza urbana; aguas
servidas y desagües cloacales; redes de agua potable; asistencia en emergencias
sanitarias y primeros auxilios; servicios de bomberos contra incendios; seguridad policial; conservación y embellecimiento del espacio
público; mantenimiento de plazas, parques o jardines.
4° El total
del personal en planta permanente o transitorios, contratados, asesores y
pasantes en las esferas nacional, provincial y municipal no podrá ser superior
a 10 personas por cada 1.000 habitantes en cada jurisdicción según el último
censo de población oficialmente registrado. Sólo quedarán exceptuados los
cargos de policías, militares, educadores y personal de salud pública, siempre
que se trate de funciones activas y de ejecución directa.
5° Los
legisladores oficialistas y opositores, tanto en el estudio como en la aprobación del
presupuesto deberán respetar idéntica regla. Por cualquier exceso de esta norma
serán personal y solidariamente responsables con su patrimonio particular y el
de su familia, asimilándose su conducta a un acto de corrupción, punible con penas
mayores.
6° En caso de que las proyecciones de gastos, transferencias
o inversiones fuesen erróneas y se produzcan déficit de ejecución no previstos, los mismos serán
ajustados automáticamente a la baja para restablecer el equilibrio en un plazo
perentorio de tres meses de registrarse la diferencia. Serán responsables todas
las autoridades y funcionarios que tengan facultades para asumir compromisos
monetarios y decidir gastos con fondos
públicos.
7° Si se
produjese superávit presupuestario, los fondos obtenidos se utilizarán sólo para
rescatar a precio de mercado la deuda pública nacional o provincial, interna o
externa.
8° Estas disposiciones
entrarán en vigencia durante el ejercicio fiscal de 2018. Para conseguir una
transición ordenada hasta su plena vigencia, los déficits presupuestarios
anuales se irán reduciendo en un mínimo de 20 % anual en cada uno de los años 2018,
2019, 2020, 2021 y 2022. Cualquier desvío de esta regla tendrá el mismo
tratamiento penal que una desviación respecto del equilibrio presupuestario.
9° Estas
disposiciones administrativas y penales únicamente podrán suspenderse en caso
de declaración de guerra, graves cataclismos naturales y catástrofes imprevisibles,
cuya emergencia deberá ser declarada por 2/3 partes del total de ambas Cámaras
nacionales y aprobadas por el presidente de la Nación. La declaración de
emergencia expirará automáticamente al transcurrir un año y no podrá ser
reiterada por el mismo motivo.
Si no
hacen nada de lo que peticionamos, el
destino será inexorable con nosotros y seremos merecedores de la frase que la sultana Aixa, madre del último rey
islámico de Granada dijo a su hijo Boabdil: No llores
como mujer lo que no supiste defender como hombre, cuando éste salió de la
Alhambra para entregar sus llaves a Isabel y Fernando, los Reyes de España, el 2 de enero de 1492.
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