Federico Andahazi y la Ministro de la tristeza inexplicable
Ariel Corbat
Abogado (UBA), republicano, unitario y liberal. Coautor de "Uso y abuso de las corbatas" y "Teoría romántica del derecho argentino" (El Himno Nacional como expresión de la Norma Hipotética Fundamental). Brindó servicios en la Secretaría de Inteligencia desde 1988 hasta su renuncia en 2012. Escribe en el blog La Pluma de la Derecha". 


El martes 4 de Septiembre en el programa "Palabra de Leuco" que se emite por TN, Federico Andahazi conversó amablemente con la ministro de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich. En ese contexto se dio este diálogo:
 
ANDAHAZI: Usted es una de las ministras (sic) mejor conceptuadas, hasta donde yo sé, por el Presidente Macri, y es una de las indiscutibles, ¿no?, en todos estos cambios que se han estado produciendo Patricia Bullrich es intocable. ¿Cómo se vive dentro del gobierno estos cambios que propuso el Presidente Macri?
 
BULLRICH: Bueno, a ver, desde la perspectiva mía de una persona que viene trabajando con un gabinete, con un montón de gente, que haya algunos que quedemos en el gabinete y otros que no queden en el gabinete hay cierta tristeza porque es un equipo de trabajo. Igual es un equipo que, y es importante mencionarlo, que todos independientemente del cargo en el que están, nadie salió con la cosa tradicional de la política de decir "si me bajan de ministro me voy", se quedaron todos. Y eso me parece que es un rasgo importante, que acá se privilegia el equipo. Pasar esta situación difícil, pero sabemos que pasar esta situación difícil es como romper una lógica de una Argentina que no quiere cambiar, una lógica de una Argentina que siempre que está por cambiar hay algo que traba ese cambio, hay algo que lleva a que el cambio retroceda, y nosotros sentimos que estamos como en ese momento, ¿no? en ese momento en el que decimos, tenemos que cruzar todo el desierto, no nos podemos quedar a la mitad, tenemos sed, tenemos problemas, tenemos situaciones terribles pero tenemos que lograr pasarlo, porque la historia argentina va a cambiar en la medida que logremos demostrar que somos capaces de resistir a todos los poderes corporativos, a los poderes mafiosos, a los que quieren dejar la Argentina como está, a los que cada uno se llevó una tajadita de la Argentina durante años.
 
El tono halagador de Andahazi hacia la ministro, calificándola ni más ni menos que de "indiscutible" e "intocable", es una buena demostración del blindaje mediático que, por coraje y voluntad (siempre he reconocido eso), supo ganarse Bullrich a partir de las críticas que le propinó la oposición irracional y antidemocrática. La izquierda toda, con los mercaderes de derechos humanos y el kirchnerismo a la cabeza, hizo y hace el ridículo pidiendo su renuncia por la "desaparición forzada de Santiago Maldonado" igual que denunciando, a través de personajes faltos de toda credibilidad como Luis D'Elía y Eugenio Zaffaroni, la existencia de un "Plan Cóndor II".
 
Está claro que si la única opción fuera Bullrich o Zaffaroni, Bullrich o Marcelo Saín, Bullrich o Estela de Carlotto, Bullrich o cualquiera de sus antecesoras en el cargo, es decir Bullrich o el delirio zurdo, en ese caso, ya lo he dicho públicamente: Bullrich no solamente merece ser intocable e indiscutible, sino que, además, me declaro su más leal soldado.
 
Ahora bien, hecha esa aclaración necesaria, tenemos que recordar que quienes somos racionales y democráticos, resistimos al kirchnerismo para recuperar la República; y el espíritu republicano no es compatible con funcionarios indiscutibles e intocables. Silenciar las críticas al gobierno porque confronta con lo peor, tiene dos efectos nefastos. El primero y principal es que se impone la parálisis del miedo y no se corrigen los errores. El segundo, y consecuencia del primero, es que limitamos nuestro horizonte a optar entre el malo y el peor.
 
Para dar un contexto más preciso a las palabras en la respuesta de Bullrich, acotemos también que la pregunta de Andahazi alude a la reducción de ministerios anunciada por el Presidente Mauricio Macri. Una reducción que lejos de avanzar en pos de una profunda reforma del Estado, se limita a maquillar la aberración de haber asumido el gobierno disponiendo una veintena de ministerios sin ningún criterio de funcionalidad.
 
Tan poco sustancial es lo anunciado por el Presidente como incomprensible la "cierta tristeza" que manifiesta experimentar Bullrich aduciendo que algunos dejaron de ser ministros. Especialmente incomprensible cuando ella misma lo dice: "se quedaron todos".
 
"Se privilegia el equipo", apunta la ministro que lo sigue siendo, pero ¿eso es un equipo? No lo parece, o por lo menos hay quienes no entienden ni sus roles ni para quién juegan. Así el ahora Secretario de Cultura, el muy progre Pablo Avelluto, olvidándose que el Poder Ejecutivo es unipersonal, le adosó al Presidente Macri el peso muerto de Marcos Peña como si fueran siameses, y para peor graficó lo inseparable del dúo diciendo que son como "Tom y Jerry". Eligió una pareja de dibujos animados, pero además dos que pelean entre sí y ocasionalmente se unen contra algún tercero, una pareja disfuncional. Pudo haber elegido a Batman y Robin o con criterio clásico y romántico al Quijote y Sancho Panza, pero no; eligió un gato y una rata... 
 
Atar el Presidente a otra persona, cuando todos los demás funcionarios son y deben ser sus fusibles, es presentarlo como débil y dependiente. Imagen a la que contribuye Elisa Carrió al autoproclamarse  como intérprete de la voz del Presidente quien, según implica ese rol, no sería enteramente capaz de expresarse por sí mismo. Para peor, en modo pitonisa Lilita deja volar su imaginación cayendo en una muy desafortunada y dramática comparación con el final del gobierno de Salvador Allende en Chile, fantaseando con que sería divino que la mate Luis D'Elía. En su delirio ridículo olvida Carrió que el de Macri, se supone, no es un gobierno comunista y que no hay ningún kirchnerista que le llegue a los tobillos a Augusto Pinochet.
 
Quizás Macri vuelva a decir, esta vez sin atender al cuidado de su investidura que, tal cual aquello de "Macri gato", le parece "ocurrente" la cita de Avelluto o el dislate de Carrió, pero habrá que explicar entonces cómo aquel gobierno que votamos para terminar con el régimen K y dar el cambio, acobardado por el tigre de papel, llegó a ser parodia de Tom y Jerry según propia definición de uno de sus funcionarios; mientras otros aliados políticos fantasean con finales apocalípticos. Y la explicación es simple: CAMBIEMOS, en especial el PRO, subestimó la fuerza del cambio en la ciudadanía tanto como sobrestimó la capacidad de daño del residuo K.
 
Así, temeroso de la reacción al cambio, Mauricio Macri dejó de lado promesas electorales como "terminar con el curro de los derechos humanos" para entregarse al gradualismo y la kontinuidad con buenos modales, por eso Lino Barañao, ministro del régimen, ministro de Macri y ahora secretario, se pavonea de seguir en el cargo como garante de la transición.
 
Como dijo Bullrich: "se quedaron todos". Y eso deja en claro que no hay "nuevo gabinete", son las mismas galletitas en un paquete más chico y con precio remarcado, lo mismo que unos cuantos años atrás se hizo tendencia en las góndolas de los supermercados.
 
Por eso, cuando la ministro de la tristeza inexplicable argumenta que "hay algo que lleva a que el cambio retroceda", es el momento de señalarle que ese algo no es otra cosa que el propio gobierno que ella integra. El gobierno de un Presidente que asumió bailando y que desde su alegre asunción hace todo lo posible por eludir la batalla cultural de la que depende revertir la degradación institucional, cultural e intelectual, que en niveles de miseria material y moral dejó como herencia el kirchnerismo.
 
Un gobierno pasado de progre, tibio, que olvidando que no debe gobernar para todos sino sólo para quienes anhelan vivir bajo la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional hace el ridículo cada vez que busca congraciarse con la izquierda en desmedro de quienes fuimos sus votantes. Un gobierno que no se esfuerza por corregir notorios incumplimientos constitucionales y que, como esperando la lluvia mágica de la abundancia, encuentra excusas para no encarar la inevitable reestructuración del Estado. Un gobierno como todos los anteriores que sigue cargando el peso de la crisis sobre el sector privado y negociando deuda. Un gobierno que debía ser "EL CAMBIO" pero eligió ser más de lo mismo. 
 
No por inexplicable la "cierta tristeza" de Patricia Bullrich deja de tener significado. Porque al elogiar la permanencia de todos cabe interpretar una velada crítica sobre Luis Green, quien siendo Secretario de Fronteras renunció cuando, en un paso de comedia típico de CAMBIEMOS que es retroceder sobre las decisiones tomadas, se desjerarquizó el área a Subsecretaría. En un gobierno de funcionarios que anteponen la permanencia al cumplimiento del deber, lo de Green fue meritorio; no se fue por vanidad personal, sino por considerar que la desjerarquización de un área creada por el propio gobierno era un error estratégico.
 
Patricia Bullrich, a imagen y semejanza de Mauricio Macri, puede seguir postergando la reestructuración funcional que necesita el Ministerio de Seguridad, donde el amontonamiento de funcionarios tampoco hace un equipo. La ministro de la tristeza inexplicable tuvo alguna vez, en el devenir de su evolución política, una aproximación al liberalismo, pero claro, eso fue  antes de llegar al gobierno y sentir "tristeza" por una mínima y formal reducción de ministerios. Ahora es una  disciplinada y ambiciosa "chica PRO" que aspira, ante la falta de aciertos en materia económica, a integrar la fórmula presidencial para la reelección de Mauricio Macri.
 
Es esa proyección como precandidata a la Vicepresidencia de la Nación, algo de lo que se habla sin subir mucho la voz, su voluntarismo se potencia. Al fin de cuentas, representa la voluntad de pelea que parece faltarle a Mauricio Macri y le cierra bien a Durán Barba para capitalizar la polarización del 2019 confrontando con el kirchnerismo.
 
¿Y el cambio? Para el PRO el cambio es como el cielo; puede esperar. Más aún, no hay apuro en llegar ahí. Para esa fuerza progre, ahora es tiempo de repetir en amarillo aquel slogan naranja de "con fe y optimismo"; hasta que alguien pregunte ¿en qué se han convertido?
 
Asumamos también que siendo un gran Escritor, Federico Andahazi es un principiante en el periodismo, tal vez por eso cándidamente, como ningún periodista se atrevería, expuso el blindaje sobre el voluntarismo que signa la gestión de Patricia Bullrich: "indiscutible" e "intocable".
 
Flaco favor se le hace desde la prensa a la política y a las instituciones republicanas, cuando un acuerdo tácito silencia críticas racionales a una gestión como la de la Ministro Bullrich que, con notorias falencias técnicas, sólo pasa por buena en comparación con el kirchnerismo -la nada misma en materia de seguridad-, pero que apenas califica por debajo de lo mediocre cuando se la compara con el óptimo posible (Ver: PENSAR Y SENTIR. LA SEGURIDAD DE LOS ARGENTINOS).
 
Podrá decirse que lo de Andahazi fue una expresión que sólo revela su consideración personal, pero lo cierto es que ningún periodista que accede a una entrevista con la ministro pregunta por fuera de su área de confort. Y así, por ejemplo, nunca le preguntan cómo es que mantiene acéfala la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal (DNIC) desde el mismo día de su asunción. Sin Inteligencia Criminal no hay plan de seguridad.
 
 

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