¿Cuál Fernández gobierna?
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Aniquilar la
espontaneidad civil es el mandato de la ex presidente, por ello necesitan aumentar el poder. Un
gobierno basado en órdenes se basa en planificar a la sociedad: la economía, la cultura,
la educación. Su modelo no es
EEUU sino Cuba. Allí no solo han acabado con la institucionalidad liberal, también
con la calidad ética de la ley y de su aplicación. Desapareció la posibilidad
que tienen las sociedades abiertas de intercambiar bienes y servicios
aumentando la pobreza general, salvo la
de los burócratas gobernantes que monopolizan el poder.
Aunque Alberto Fernández no es ni la sombra de Juan
Domingo Perón, en nuestro país, sobrevive el modelo, un sistema que permite al Estado manejar la redistribución de la renta nacional
y buena parte de la privada, haciéndole creer a la gente que el Gobierno es el clon de Robin Hood. Así es, como se van
reduciendo los mercados. Pero no termina allí la cosa, como se comenzó desde el
primer gobierno kirchnerista, pretenden convertir a la educación en un sistema
de control político, como así también, dominar la información de los medios de
comunicación. El miedo ha hecho estragos en la televisión y la radio. Periodistas valientes quedan
pocos. No se arriesgan a un despido. Los héroes siempre han sido escasos. Casi
todos protegen al gobierno aunque sean desatinadas sus opiniones y medidas.
Los funcionarios
y La Campora ya se han acomodado, son un sector privilegiado. Mientras, el Presidente, no logra diferenciarse más que
en el modo: navega en el mar kirchnerista en un bote con muchos agujeros. Se
agrega enemigos por el tema del aborto y el aumento exorbitante de las
retenciones al campo sin inspirar confianza a los inversores. La emisión monetaria es el único recurso
seguro del gobierno, no hay hasta el momento una real preocupación por combatir
la inflación. La política económica nos llevará a abandonar los forzados
índices actuales, debería ser un mago el ministro de economía, si no procura
reformas que bajen el gasto que lleva a un excesivo déficit fiscal. Se están
debilitando los apoyos institucionales
que impulsan la creación y acumulación de riqueza, o sea, se está evitando el progreso
económico que necesita Argentina para despegar.
En pos de lograr el monopolio del proceso
redistributivo obligan al sector más productivo -que había
desarrollado fenomenalmente, cuando el Estado no intervino, en calidad y
cantidad la producción agrícola- a darles el 50 % por ciento de su renta. Como
bien me decía un productor amigo hace unos días: “Compramos nuestros insumos
con dólar de 84 y vendemos los cereales con dólar de 62. Restamos el 33 % y nos queda el 41 Se llevan el 50 %” . El
Estado se queda con el 70 % de lo que produce una hectárea de soja. ¿Cómo
apostar a un país que persigue, impositivamente, de este modo?
El sistema
capitalista para funcionar requiere de
más pluralismo, libertad, y
creatividad de las personas. Si se
rechaza, como ocurre en nuestro país, por la mayoría de los
intelectuales y políticos, disminuirán los niveles de producción y
productividad y de este modo, la
posibilidad de satisfacer las necesidades mínimas de muchas personas, quienes,
ingenuamente, responden con su voto a devotos de la utopía socialista, aprendida
y defendida en las universidades, incluso en las más acreditadas.
Desde el primer peronismo, en la mayoría de los intelectuales,
periodistas, profesores universitarios,
de centros de educación privados y estatales, persisten las ideas
socialistas y nacionalistas, que rechazan al sistema capitalista. Usan las
ideas de igualdad, justicia social, distribución equitativa de la riqueza, para
combatirlo. Les ha dado resultado. Las utopías son atractivas, como la que
generalizaron los marxistas, de tener cada uno de acuerdo a sus necesidades. Parece mentira que acompañen a un sistema que
más tarde o más temprano termina con la libertad de expresión, sin la cual no
vale nada la profesión.
El sistema que
ha enamorado a Chavez, Maduro, Perón, los Kirchner, entre otros gobernantes del
estilo, nos lleva a la dictadura, donde
se destruye el sindicalismo independiente, se restringe la libertad de prensa,
el gobierno maneja los fondos públicos, y buena parte de la producción privada. Allí se es alcahuete del
régimen o no se trabaja, si es que no le inventan una causa para pudrirse en la
cárcel. Hay que comulgar con las ideas y acciones de quienes ejercen el poder
aunque muestren un mal desempeño y enorme despilfarro.
A la Unión
Soviética- implosionó a la vista de todo
el mundo, con solo una industria de guerra desarrollada- Estados Unidos, con
economía capitalista, le pasó por arriba en progreso político, ético, y
económico. Solamente con comparar, en
las dos experiencias, la calidad de la
Justicia en la defensa de los derechos individuales y como garante de la propiedad
privada, basta para comprender el por
qué. Pero hay muchos, aún, que no quieren aprender, deben primero pasar por
desgraciadas experiencias para hacerlo y, aún así, no son pocos a los que les cuesta cambiar de
opinión por la incertidumbre que ello provoca. Es más fácil mantenerse en el
error cuando hay ventajas rendidoras dentro del mundillo político o
intelectual.
Si continúa la
carrera por el poder, entre Cristina y Alberto, con ella soplándole al oído, no
habrá motivos para ser optimista. Para salir del pozo se necesita una escalera
y ésta depende de la calidad de la justicia, del gobierno limitado, de una
sociedad civil fuerte donde sean respetados los derechos individuales, donde no
haya una militancia anticapitalista como desde hace tanto tiempo existe en
nuestro país. Si no se comprende que es imposible combatir la recesión sin
cambios estructurales en el sistema tributario y previsional, llevando al
Estado a un tamaño razonable, evitando la intromisión en el sector privado,
seguiremos como el gobierno anterior sin atraer inversiones por falta del
combustible, la energía y creación, que solo se generan con la apertura de la
economía.
El coronavirus
nos muestra que nunca estaremos libres de calamidades y desgracias, pero, es
inconcebible, que pudiendo aumentar la
producción y la productividad que hacen posible el ahorro y la inversión, se
lastime la propiedad privada, se achiquen los mercados y se disminuya la
calidad de vida, por ideas erróneas fracasadas en buena parte del mundo. Nos
hemos olvidado cuales fueron las consecuencias de eliminar la libertad de los
mercados, la propiedad privada y la iniciativa individual por las órdenes de la
burocracia estatal: el comunismo, el nacionalsocialismo, el fascismo, “el
camino de servidumbre”. Estos sistemas olvidan que las sociedades son el
resultado de las necesidades de los hombres, por lo tanto, deben ser libres los intercambios humanos si
es que nuestra meta es mejorar la humanidad. La manera es preservar la sociedad
del conocimiento, avanzando en los logros que, desde el fin de la Segunda
Guerra, el sistema capitalista permitió
concretar en mejoras materiales, culturales, científicas, tecnológicas y
éticas. La socialdemocracia, sistema híbrido, tampoco da los resultados esperados.
Varios países de Europa lo vienen mostrando. No asimilaron lo suficiente la fallida experiencia económica laborista de Clement Atlee, en 1945, similar a la
peronista.
A la sociedad
argentina le faltan numerosos grados de apertura que aparecerán solo con la
vigencia de la opinión pública institucionalizada, una economía capitalista y
las garantías constitucionales de los derechos civiles. La peor pandemia es la
que trae el socialismo y su primo hermano, el nacionalismo popular, que tiene
profundas raíces en nuestro país. Necesitamos liderazgos que las corten.
¿Podemos
imaginar acabar con la pandemia del coronavirus y enfermedades terribles, sin
productividad, competencia, acumulación y concentración de riqueza, ciencia y
técnica, que nos han permitido vivir inmensamente mejor y por muchos años más?
La pobreza ya no es mal de todos como era en el pasado, hoy es de una minoría.
El sistema capitalista real ha sido muchísimo mejor que el socialismo real. La
historia nos lo muestra. No hay más que decidirse a seguir el rumbo que lo
fortalece si es que se quiere tener éxito.
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