Donald Trump, el Winston Churchill de nuestro tiempo

Eitán Benoliel
«Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.
La posición neutral ayuda siempre al opresor, nunca a la víctima. El silencio
estimula al verdugo, nunca al que sufre».
Elie Wiesel.
Cuando
en los regímenes totalitarios se exterminan seres humanos inocentes (lo cual
suele ser una política de estado oficial muy común en este tipo de regímenes),
las democracias liberales de Occidente tienen la obligación de alzar su voz en
protesta. Más aún, deben empuñar las armas en defensa de esos ciudadanos,
porque como bien dice Alberdi, no es nuestro hermano únicamente aquel que ha
nacido dentro de los límites de nuestro estado, sino que todos los humanos
somos hijos de la misma madre tierra. Por eso Winston Churchill es un héroe de
toda la humanidad, por haberse enfrentado completamente solo a las más grandes
tiranías de su era, la Alemania Nazi y la Unión Soviética, los imperios más
genocidas de la historia, cuando se repartían Polonia en 1940.
Pero
si bien todos estamos de acuerdo en que el exterminio de judíos y gitanos a
manos de Alemania es perverso y malvado, no es tan así cuando se trata de otros
regímenes.
Para
sectores progresistas de la izquierda, el genocidio es repudiable cuando lo
comete una nación occidental como Alemania, pero si se trata de un régimen
islamista como el de Turquía, no es tan grave. Por ello, ¿quién recuerda a los
armenios?
Es
asimismo perverso lo que hace Israel al bombardear palestinos (cuando lo hace
en respuesta a repetidos ataques terroristas, e intentando evitar las muertes
civiles), pero no lo es Turquía bombardeando a los kurdos, una minoría étnica
localizada en una región que va desde el este de Turquía hasta el oeste de
Irán, bajo el pretexto de estar bombardeando posiciones de ISIS, quienes
–paradójicamente- se benefician de las muertes kurdas, ya que son los kurdos
los principales enemigos territoriales del Estado Islámico.
Mucho
menos aún va a interesar a la izquierda internacional denunciar los abusos de
un estado comunista como el de China. En este preciso momento, mientras usted
lee este artículo, se está persiguiendo a la minoría religiosa uigur
(musulmana). Como se relata en Infobae en un artículo del 17/06/2020, China internó en campos de concentración en Xinjiang al
menos a un millón de musulmanes nacionales. Organizaciones de derechos humanos estiman que la cifra,
no obstante, podría ascender a los 3 millones. Según documentos filtrados
a The New York Times en 2019, los miembros de la minoría son encarcelados,
torturados y forzados a aprender mandarín, recitar leyes del Partido Comunista
Chino y a renunciar a su religión. Las organizaciones de Derechos Humanos
dicen que el propósito de los campos es “lavarle el cerebro” y convertirlos en
obedientes ciudadanos chinos. Un reportaje de Reuters, en tanto, describe
que los prisioneros son “torturados durante los interrogatorios en los
campamentos, forzados a vivir en celdas abarrotadas donde no tienen
espacio ni para dormir y son sometidos a un brutal régimen diario de
adoctrinamiento que llevó al suicidio a algunas personas.”
Afortunadamente, la reacción del mundo libre no se hizo esperar, y
además del tibio repudio expresado por los ministros de relaciones exteriores
del G7 (“instamos al gobierno chino a reconsiderar...”), el presidente Donald
Trump firmó este miércoles una ley del congreso que
permite sancionar a funciones del régimen chino acusados de participar en las
violaciones de DDHH contra la minoría uigur.
Mientras
el resto del mundo (y en particular la izquierda) permanece en silencio, es
reconfortante saber que hay un líder en el mundo libre que se atreve a defender
los Derechos Humanos y protestar contra los regímenes que los violan.
LA
OMS, ORGANISMO COMUNISTA
La
otra gran acertada decisión del presidente Trump ha sido la de dejar de
financiar la OMS. Estados Unidos viene invirtiendo cientos de millones de
dólares anuales en el organismo, siendo el principal contribuyente (alrededor
del 14-15% contra el 0,21% de China). Sin embargo, el organismo contribuyó
desde el comienzo de la pandemia a resguardar el silencio del régimen comunista
chino que mantenía una actitud oficial de ocultar y minimizar lo que ocurría en
su país (silenciaron al Doctor Li, el primero que comunicó al mundo lo que
pasaba), poniendo en riesgo a toda la población mundial. Y más tarde al
conocerse inevitablemente la situación, la OMS no cuestionó las cifras
oficiales chinas, sino todo lo contrario: aduló y congratuló al régimen
constantemente por su maravilloso manejo de la pandemia que en poco tiempo ya
había “terminado”, para sorpresa del mundo. Pero cuando la pandemia se extendió
al mundo occidental, la OMS comenzó a recomendar cuarentenas masivas y largas,
y se dedicó a atacar a los gobiernos que no confiaban en ella (como EEUU y
Brasil, por ejemplo). Esta situación se vio fortalecida gracias a la hegemonía
marxista de los medios de comunicación, que se dedicaron a glorificar a la OMS,
a la cuarentena, y a los epidemiólogos pro-cuarentena,
y a desprestigiar a los epidemiólogos disidentes y a los economistas que
advertían sobre las repercusiones económicas de la misma. Los líderes
izquierdistas (como Alberto Fernández) y los noticieros se dedicaron a mostrar
las cifras en términos absolutos, para desprestigiar a Estados Unidos y Brasil,
alegando que esas son las naciones con más cantidad de infectados y de muertes,
cuando todo estudioso sabe que las estadísticas no se leen de esa manera, sino
en forma proporcional a la población, lo cual demuestra que EEUU y Brasil están
lejos de ser los países más golpeados (España tiene 580 muertos cada millón de
habitantes, e Italia 570, contra los 362 de EEUU y los 219 de Brasil); y
aprovecharon para intensificar la intervención del estado en la economía,
justificada por el colapso económico que ellos mismos causaron.
Muchos
alegan que en realidad los “profesionales” de la OMS no son malintencionados,
sino inútiles. Es cierto que al principio decían que no era nada (al igual que
los políticos izquierdistas como Ginés García, “curiosamente”), y luego que era
peor que la Peste Negra, pero no fue maldad, sino inoperancia.
En
cualquier caso, su inutilidad quedó demostrada cuando al ser consultados sobre
los tratamientos recomendados, respondieron que cada gobierno vaya probando con
la droga que tenga a mano, y vamos viendo sobre la marcha cuál funciona. Ni
hablar de las idas y venidas del organismo: Al principio no se recomendaba usar
barbijo porque no protegía, pero más tarde resultó que sí lo hacía. Que sí se
transmite por el aire, que no. Que sobrevive sobre superficies, que no. Y así
con todas las recomendaciones que hacían y deshacían día tras día de la
pandemia.
Malintencionados o
inoperantes, es ridículo seguir invirtiendo miles de millones de dólares en un
organismo que o bien es un organismo comunista al servicio de China, o bien es
un grupo de aficionados que no tienen idea de cómo lidiar con pandemias, razón
para la que se creó en primer lugar.
Luego de leer el historial político personal del actual líder de la OMS,
Tedros Adhanom (guerrillero comunista y luego funcionario del régimen de Meles
Zenawi), me reconforta saber que hay un líder en el mundo libre que se atreve a
defender los Derechos Humanos y protestar contra los regímenes
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