Apuntes sobre el gobierno de Carlos Saúl Menem

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Destino
esta nota a recalcar algunos de los logros de la década del 90. Quiero
incitar, con ello, a que se revean los dos gobiernos menemistas
los cuales son terriblemente desprestigiados sin tener en cuenta el cambio
positivo que Argentina tuvo en esa época.
Carlos Saúl Menem intentó revertir las
consecuencias a las que nos llevó la política de décadas anteriores, la cual nos sumergió en el
desprestigio internacional y nos llevó a sufrir una inflación descomunal por la
cual Raúl Alfonsín abandonó el gobierno antes de tiempo, al no poder encontrar
una solución.
Ningún
gobierno se animaba a desmantelar el proceso de ingeniería social que
significaron las nacionalizaciones, el proteccionismo y la perspectiva
autárquica, así como sus secuelas. El conjunto de éstas políticas
institucionalizaron la corrupción, la pereza en el trabajo y cortó de cuajo la
necesidad de superación que requiere la competencia y el progreso social y
cultural..
El presidente Menem con su equipo , luego de algunos titubeos, decidieron afrontar el costo político que
significó encarar el cambio de insertar al país en el mundo, con la estructura
peronista en contra; realizar la ímproba tarea, de convencer a los peronistas
para que apoyaran o toleraran cambios estructurales. La ley de Emergencia
Económica y la de Reforma del Estado fueron fundamentales.
Hubo
que restaurar la confianza perdida de los países capitalistas, base ineludible
de una política encaminada a captar inversiones y en 1991, la
“convertibilidad”, que en esa época tuvo enorme prestigio, terminó con la inflación, volvimos a tener esperanza en el futuro.
Destacados e imparciales economistas que hoy pueden ver más a la distancia el ahora discutido
fenómeno de la convertibilidad apuntan
que debió dejarse flotar el dólar desde aproximadamente 1997, pero lo cierto
es, que permitió rápidamente derrotar al
terrible impuesto que devoraba los sueldos de los argentinos.
El
entorno Menem y su discutida reelección diluyeron los logros -de su primer
gobierno y parte del segundo- que
estimuló Menem al cambiar radicalmente
la política que mantenía el país desde 1943.
La
modificación de la Constitución de 1953 con motivo de lograr la reelección fue
un grave error. La supresión del Colegio Electoral, implicó un golpe al Estado
Federal; la Provincia de Buenos Aires y
la Capital Federal se vieron notablemente favorecidas por ser los dos distritos
más poblados. La primera que antes tenía un 23 ,6 % del Colegio Electoral, con
el nuevo sistema obtuvo el 37 % del padrón, (la comuna de La Matanza, tiene más
habitantes que 18 provincias juntas) por lo que la campaña electoral se redujo a los tres distritos más grandes. Se
estableció, de esta forma, un desbalance entre el Estado Federal y las provincias
que perjudica claramente al interior.
Este cambio y otras medidas fueron –justificadamente- criticadas por los defensores de la
Constitución de 1953/60 y por los críticos del “Pacto de Olivos” que la
hicieron posible.
Pero si
bien se pueden señalar errores de grueso
calibre como éste, quiero destacar, que
a pesar de las críticas exacerbadas al ex presidente Menem, por parte de
destacados políticos, economistas, e
intelectuales, no se puede dejar de reconocer que él fue el que cambió el rumbo que había
llevado a la Argentina al borde del desastre político y económico.
Sus objetivos en política exterior fueron:
desarrollar una relación estrecha con EEUU, avanzar en la integración económica
con nuestros vecinos sobre todo Brasil y Chile, restablecer el vínculo con
Europa afectado por la guerra de Malvinas, y una acción participativa en el
Medio Oriente.
Debía
alcanzar buenas relaciones con los árabes,
pero revertir la política exterior anti-israelí la que había sido
sostenida por nuestro país, en consonancia con nuestra actitud anterior de
conservar estrechos lazos con los países no alineados o del “tercer mundo”, los
cuales rechazaban la política exterior de Israel.
En base
a estos lineamientos definidos por Menem, Domingo Cavallo y Guido Di Tella
realizaron una excelente política exterior y Cavallo dio un vuelco positivo,
también, a la economía, cuando llegó a ser Ministro de esa cartera.
La
política de acercamiento a EEUU contribuyó enormemente a las buenas
relaciones con ese país, opuesta a la que había seguido la Argentina por décadas.
El proyecto Cóndor que defendieron
fervorosamente Raúl Alfonsín y Erman González desmantelado durante su gobierno, mostraba a un país que no cumplía con las
normas internacionales en materia de producción de armamentos, y que además
permitía la entrada y salida del país, sin registro alguno, de personas, bienes
y dinero. Esta actitud nos hacía muy
poco confiables a nivel mundial en el combate contra el narcotráfico y el
terrorismo.
Pese a
las críticas de los radicales, el gobierno liderado por Menem, envió naves al
Golfo e integró la fuerza internacional
para expulsar a los iraquíes de Kuwait.
Recopilemos
otras medidas que nos ligaron a los países desarrollados: recuperar los niveles
de exportación fue una de las preocupaciones primordiales de ese gobierno, y
eso se
logró a partir de la convertibilidad con reglas de juego diferentes.
Décadas de estancamiento de las exportaciones,
acentuadas en la del 80, fueron superadas. Se dieron incentivos
importantes para que ocurriera, como
fueron la eliminación a las retenciones agropecuarias y trabas a las importaciones.
Esta
nueva política no fue fácil. Se debió pasar por encima de la presión de
sectores poderosos como lo fue el F.M.I. y los siempre perezosos empresarios
que preferían colgarse de un Estado protector en vez de encarar la apertura
económica, que implicaba competir.
La
desregulación del comercio exterior fue una política meritoria en un país donde
predominaron vergonzosamente los intereses de sectores privilegiados por el
gobierno. No se tenía en cuenta ni la
calidad de los productos ni al postergado
consumidor argentino que debía conformarse con bienes de malísima
calidad y muy caros.
La lucha que se encaró contra el estatismo,
el proteccionismo, las regulaciones excesivas y, paradójicamente, contra la corrupción en
diferentes áreas, cambiando muchas de
las reglas de juego, merece un juicio
más justo del que se le hace en la Argentina a ese gobierno.
El ex
presidente se convenció, luego de
algunos titubeos, de liderar un cambio
de tinte liberal en la política
argentina.
Con la
asunción de Carlos Menem, el centro derecha empieza a participar en el gobierno
y en administraciones provinciales. Esta tendencia se acentuó durante el año
1990 tanto en el gobierno como en la gestión de empresas públicas.
La
política de privatizaciones, la recomposición de las Fuerzas Armadas a partir
de los indultos, el acercamiento hacia los EEUU, la distancia que tomó el
gobierno, de Saúl Ubaldini, representante de la vieja política peronista, y la recomposición de relaciones con gran
Bretaña, fueron hechos que repercutieron
en la visión positiva que el presidente tuvo sobre el electorado de
centro-derecha.
Si bien
se comenzó a hablar de privatizar durante el gobierno de Alfonsín, la gran estocada al corazón de las empresas
estatales, destruidas por la política, la burocracia, y los sindicatos, la dio el presidente. No le
quito mérito a su gran ministro, Domingo Cavallo, quien tuvo que lidiar, en todas las áreas, contra los que vivían de
las dádivas del Estado. Gracias a su entusiasmo y fuerza se realizaran cosas que parecían increíbles
apenas unos años antes, pero la decisión política de realizar el cambio la tuvo
el Presidente, sin ella hubiera sido
imposible semejante tarea.
Recordemos
la privatización de Entel, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Gas del
Estado, Agua y Energía y de los
Servicios eléctricos del Gran Buenos Aires. (SEGBA), todas empresas ineficaces
e insolventes, incapaces de innovación tecnológica..
Logró,
Carlos Menem, que los sindicatos, apoyaran el proceso de privatización. La
política de retiros voluntarios y propiedad participada fue una buena idea para
llevarlo adelante.
Para
privatizar hubo que vencer poderosas corporaciones y para ello no solamente
ideas fueron necesarias, sino también la
pelea que enfrentó con dinamismo espectacular Domingo Cavallo y los
privatizadores. Vaya mi aplauso para María Julia Alsogaray -responsable de la
impecable privatización de Entel- a
quien no se le perdonó su firmeza, eficiencia e inteligencia. El kirchnerismo
la convirtió en chivo expiatorio, en connivencia con un juez del mismo signo,
quien la persiguió sin medida.
En la
década del 80 todos los días había cortes rotativos de luz programados, el
abastecimiento de electricidad era deficitario, lo cual afectaba a las casas de
familia y también a las empresas. Con la privatización la tarifa de energía eléctrica mayorista se redujo en el
periodo 1992-2001 un 51% y la minorista, a usuarios finales, el 24%. La calidad
del servicio que recibieron los
consumidores pasó de 21 a 5 horas de interrupción por año y se llevó el
suministro de energía a zonas rurales, llevando la cobertura al 97% de la
población.
El
decreto de desregulaciones Nº2284, del
año 1991, derogó enorme cantidad
de restricciones a la competencia y a la transparencia en el funcionamiento de
los mercados. Abarcaba el mercado interior de bienes y servicios, el comercio
exterior, las economías regionales, los regímenes promociónales para
industrias-intensivas y el mercado de capitales. Permitió suprimir monopolios
de grandes mercados concentradores de frutas y hortalizas, la apertura de
nuevos mercados mayoristas, la eliminación de restricciones en cuanto al
horario de atención de comercio minorista, acabar con regulaciones corporativas
y con organismos de intervención. (Junta
Nacional de Granos y de Carnes y una serie de oficinas estatales que regulaban
actividades forestales, pesqueras, azucareras, hípicas, entre otras).
Se
suprimieron impuestos que distorsionaban precios y afectaban la producción,
dando libertad de elección al consumidor que podía comparar entre productos.
Aparecieron
beneficios de la recreación de la
competencia como la aparición de
hipermercados, el abaratamiento del precio de la electricidad, (de 5 a 2
centavos el kwt/hora). Se redujeron los costos de escrituración de propiedades
(del 9 al 21 %) según el distrito. La atención de las farmacias mejoró: además
de poder instalarse en el lugar de preferencia del inversor, (antes la ley lo
prohibía) ofrecieron el “delivery”,
entre otras ventajas.
Se
terminó con el control de precios –un medio socialmente y culturalmente
nefasto- después de más de medio siglo de vigencia.
Las
Estaciones de Servicio con la competencia perfeccionaron el servicio, la
estética, con lugares acogedores donde se pudo tomar un café o tener un
almuerzo rápido con los diarios y revistas del día.
Los
transportes mejoraron gracias a que se suprimió la reserva de corredores, se
simplificaron trámites y requisitos (más servicios, más opciones, mejoras de
precios, más calidad en la atención) En el transporte de pasajeros, el aumento
de empresas del rubro fue espectacular. En 1991-1995, aumentó la conexión entre
provincias, sin pasar por Buenos Aires.
La
calidad (por competencia) nos permitió viajar en ómnibus con TV y asientos-cama
donde comenzaron a ofrecer mantas y una comida frugal, que permitieron viajar
cómodamente y conciliar el sueño. Baños limpios y música funcional fueron otros
de los lujos que aseguró la competencia.
La
desregulación en el transporte aéreo de pasajeros hizo que disminuyeran los
precios de los pasajes a las provincias un 45 % promedio.
Hubo
demoras de los gobiernos provinciales y municipales en seguir la política del
gobierno nacional, por eso las modificaciones no se sintieron en todas partes
por igual. Pero una de las características del cambio es que rara vez coincide
en el tiempo. Pensemos que se hicieron transformaciones de tipo estructural,
recordemos como vivíamos en la Argentina hasta 1989: seguían casi intactas las
estructuras creadas por Perón. Menem fue el que encaró el cambio animándose a
hacerlo en democracia –se hizo mejor- y
en un país con una cultura política muy atrasada.
Pocos
recuerdan que se presentó el presupuesto nacional dentro de los términos
constitucionales y se sancionó antes de la iniciación del siguiente ejercicio
(1992) Esto había sucedido solo 3 veces durante el siglo XX. Significó un
intento por evitar el abuso en las erogaciones como sucede cuando no se
presenta un presupuesto ordenado. Con respecto al gasto público, es verdad que
cometieron graves errores, se impulsó el déficit, la deuda y se debilitó la confianza. Los
capitales comenzaron a irse del país.
Es que
el tema de la nueva reelección –era imposible según la Constitución- minó
algunas de las cosas que se habían hecho bien en el primer gobierno.
No
olvidemos qué sucedía con las deudas inter-empresariales.
Antes, las empresas estatales: YPF
estatal, Obras Sanitarias o Ferrocarriles, ENTEL y los Ministerios inclusive,
no pagaban lo que consumían. Nadie pagaba la luz, pasajes,
combustibles; se consumía sin
límite, se sabía que no se les cortaba el suministro, por falta de pago. Los
funcionarios que administraron esas empresas públicas dispendiosamente, y con
contratos sobrevaluados, por ejemplo, no
son criticados y nadie se ocupó para que fueran a la cárcel.
La
figura del ex presidente, sus excesos en la vida privada y sobretodo pertenecer
al peronismo hacen que sea maltratado por mucha gente, analistas e
intelectuales. Dejan pasar las críticas a las políticas de radicales no
exitosos pero bien considerados por su honestidad y buenas intenciones. Éstas
son válidas pero deben complementarse con el análisis de los efectos posibles o
reales de los actos de gobierno, si hay o no congruencia con las intenciones y
los resultados reales, así como su
comparación con los esperados. Esto, en general, no se hace.
El
gobierno menemista decidió desmantelar métodos de saqueo del patrimonio
público,
por
ello fue transparente la ejecución y la
formulación del presupuesto. Se podía saber en qué se gastaba
No se
pudo resolver el tema del PAMI, fuente
de corrupción, donde políticos de
distinto signo se pelean, aún hoy, por beneficios espurios. Sin embargo en los
90 se pudo ver el vaciamiento al que era sometida esa entidad. El
gobierno, a pesar de la resistencia que
ofrecieron quienes deseaban seguir con sus manejos corruptos, organizó el pago de sueldos por Bancos, lo cual
permitió localizar a los ñoquis. (cobran sin trabajar) o a quienes recibían
remuneraciones de varias dependencias del gobierno.
Se
pagó, en 1992, la deuda de 18.000 millones que se tenía con los jubilados,
aunque la Corte Suprema había intimado al presidente Alfonsín a pagar,
éste había rehusado hacerlo.
A
Horacio Liendo le cupo tratar de resolver el problema más grave relativo al
gasto público: “la industria del juicio” contra el Estado. Esta era una organización mafiosa destinada a defraudar al
estado (peritos, abogados de empresas del estado, particulares, testigos
falsos, lesionados truchos, empleados desleales), donde sobresalía la llamada
“banda del juez Nicosia”, era una organización constituida para la corrupción judicial. Cavallo y sus
colaboradores lucharon a brazo partido para reducir a niveles tolerables la
corrupción. No queda ninguna duda al respecto, pero se intentó obstaculizar su
acción llegando a límites inimaginables. Creo que debemos reconocer el mérito
que tuvo quien se ofreció para mejorar la vida de los argentinos y que luchó
contra un Congreso donde una mayoría gozaba de privilegios obtenidos por vías
ilegitimas y a los que no querían renunciar.El ministro Cavallo se expuso, no solamente ante un Congreso donde se
paseaba oronda la corrupción, sino donde también era mayoritario un pensamiento
antiliberal, compartido tanto por peronistas como por radicales..
En el
segundo gobierno se intento regular a favor de los correos y los aeropuertos.
Ya estábamos en un camino cruzado por obstrucciones de todo tipo y con
concesiones que Menem debió ofrecer a cambio de la reelección, pero que luego fueron en su contra a tal
punto que se afirmó en la sociedad -con la ayuda de todos los medios- un mezquino e injusto
análisis de su gobierno.
No se
lograron discutir durante su segundo gobierno en el Congreso Nacional, las
normas laborales, ni la desregulación de las Obras Sociales ni se aprobaron las
privatizaciones de Yacireta –un antro de corrupción- y las centrales nucleares.
Faltaba hacer funcionar la Salud Pública, la Educación, la Justicia y la
reforma de Obras Sociales, entre otras cosas pendientes. Le tocaba el turno a
Antonio De La Rua, pero la Alianza no le
dio el apoyo que necesita un presidente y a él le falto la fuerza y convicción
que tuvo Menem para gobernar. No obstante sus abundantes proclamas
programáticas, los promotores y líderes de la Alianza no tenían la menor idea
acerca de lo que había que hacer en ningún plano fundamental de la vida
argentina.
Se
puede seguir enumerando bienhechoras políticas menemistas: la eliminación de
las regulaciones en los sectores de la petroquímica y la siderurgia, la
privatización de SOMISA y del Polo Petroquímico Bahía Blanca. Fueron todas
obras meritorias. La política petrolera también
fue inobjetable. Les agregó a las compañías nacionales y extranjeras no
solo el riesgo minero ya incorporado por el ex presidente Alfonsín, sino
también, la libre disponibilidad del
recurso. Los resultados que mostró la privatización no resisten objeciones al
respecto.
Los
decretos en materia de minería, puertos o seguros, transportes, fueron
criticados por la UCR y corporaciones favorecidas por los regímenes de
privilegio.
La
minería, con el cambio de legislación, hizo que más de cien empresas mineras del mundo iniciaran
tareas de exploración e inversiones en la producción de minerales, mientras que
la eliminación de retenciones a las exportaciones, la nueva política de
puertos, la privatización de los elevadores de granos en los puertos del
interior y en general la desregulación económica favoreció la agricultura, la
ganadería y la pesca.
Más, el
campo se puso al día con una revolución tecnológica solo comparable a la de
1870-1910. Toda la producción del campo aumentó en calidad y cantidad. Es con
esos logros que enfrentamos la terrible crisis del 2001, preparada por el
gobierno de la Alianza. Sin esa revolución agro-industrial, no podríamos haber
aprovechado los altos precios de nuestros productos en el mercado internacional
durante 2002-2005.
Salimos de tres crisis exógenas (México-
Rusia-Brasil): El Tequila (México) (1994) dejó secuelas que otras crisis
aumentaron, aunque se pudieron enfrentar gracias a las medidas de ese gobierno. No contaron con la situación favorable
internacional y con períodos de precios exorbitantes de los granos como durante el gobierno del presidente Kirchner.
Otro
grave problema que no se pudo solucionar fue la fiesta de créditos concedidos
sin cuidado por favores políticos por los bancos provinciales. La debilidad del
sistema financiero no se caracterizó por
la eficiencia. Debieron haberse
privatizado los bancos provinciales y los nacionales, todos centros de
elevada corrupción porque están ligados a prebendas políticas..
Hoy, el
gobierno menemista sólo se recuerda por el entorno corrupto o se insulta a
Domingo Cavallo por los errores que cometió en el intento de salvar al gobierno
de la Alianza en un acto de heroísmo político, ya que perdió la posibilidad
cierta que tenia de ser presidente de los argentinos.
Nuestra
sociedad silencia con qué fervor votaron a favor de la continuidad de Carlos
Menem en el gobierno: gano 4 veces en las elecciones nacionales en las que se
presentó. En 1991 (diputados y gobernadores),1993 (diputados), 1994
(Constituyentes), 1995 (presidente, gobernadores y diputados). Eduardo Duhalde
-quien venció a Menem por la campaña de desprestigio en la que se alineó para
arrebatarle el poder que había alcanzado
dentro del partido, ganó en su primera gobernación –1991- gracias a la
aceptación del plan económico, y porque era en ese momento el vicepresidente de
Menem. La gente premió al Partido
Justicialista porque vivía mejor:
triunfó en la Capital en 1993, luego de
dos derrotas consecutivas. (en 1991 y 1992).
Esto no
significa dejar de reconocer los errores de la política de ese entonces como el
aumento del gasto público que sumó $56. 400 millones en la década del 90. Nadie
puede defender la política fiscal de esa época.
En resumen,
objeto, que de golpe y sin compasión olvidamos que la ley de convertibilidad
superó el periodo inflacionario, nos dio estabilidad y pudimos convertir
nuestros pesos a dólares, sin problemas,
durante años. También gozamos la suspensión de subsidios a la promoción
industrial, las privatizaciones de bancos provinciales, de correos y
aeropuertos, además de Y.P.F., teléfonos, aerolíneas, petroquímicas,
concesiones aéreas, petroleras, entre otras, que terminaron con enormes y
crecientes focos de corrupción. La reforma del sistema jubilatorio, las
desregulaciones en el transporte de cargas, en los productos farmacéuticos, en
el transporte automotor, la disminución de aportes patronales y de reembolsos a
las exportaciones fueron obra de ese gobierno.
Con la
Ley de Puertos aparecieron las terminales portuarias privadas, disminuyeron los fletes marítimos: un buque
que se cargaba en 10 días con un costo de 10.000 dólares diarios se llenaba en
2 ó 3 días y a veces en uno.
Argentina
pasó a ser el principal exportador mundial de harina y aceite de soja. En 1991,
con la privatización de los
ferrocarriles, los fletes desde Tucumán se redujeron de 24 dólares a 15
dólares/tonelada. Y con el dragado del
río Paraná a 32 pies se mejoraron más aun los precios FOB: los fletes a
Rótterdam se redujeron de 24 a 19 dólares/tonelada. Hubo una enorme
desregulación y apertura económica que incentivó a los productores, como
siempre ocurre con políticas liberales.
La eliminación de las retenciones en abril del
91, hizo con las otras medidas anteriores que Argentina exportara en 2002,
5.000.000.000 de dólares, entre harinas, aceites, y porotos de soja.
La
tecnología que se incorporó al proceso
de producción fue también muy importante. Las empresas que realizaron
inversiones mejoraron y pudieron competir, pero muchas que no pudieron acceder
a esos cambios debieron cerrar sus puertas. Dejaron de existir todas las que
dependían del cierre de la competencia o de la dádiva estatal, empresas obsoletas,
a veces fantasmas que representaban organizaciones atrasadas e irrecuperables.
Los empresarios que crecieron a la sombra del Estado rechazaron durante décadas
las innovaciones tecnológicas a la vez que las prohibiciones y reglamentaciones
paralizaban al sector que quería invertir y modernizar sus instalaciones. No
había flexibilidad ni capacidad de adaptación que valieran para saltar por
encima de tantas normas esclerotizantes y de un Estado que salvaguardaba las
condiciones obsoletas existentes. Sólo quedaba el recurso de la corrupción.
No
olvidemos como estábamos antes de las reformas de los 90 con degradadas instituciones políticas y
económicas, aislados del mundo, con el terrible impuesto inflacionario, soportando gobiernos intervencionistas.
La corrupción crecía al mismo tiempo que
la inflación y el cierre de la economía.
La
corrupción estructural y organizada, que estaba ligada a las empresas del
Estado se minimizó con las privatizaciones pero no lo valoramos y, todavía, los
funcionarios kirchneristas, y gran parte de los candidatos de la oposición,
expresan la necesidad de
nacionalizar empresas.
El
primer gobierno de Menem fue una época donde el mundo volvió a confiar en la
economía argentina. Dejamos el proteccionismo
que nos aislaba del mundo, las personas comenzaron a decidir su futuro,
cómo y dónde invertir, y tuvieron servicios eficientes, se acabó el flagelo que
significó la inflación sobre los siempre magros sueldos de los trabajadores.
El producto bruto llegó a ser uno de los más altos
del mundo y se intentó adoptar el modelo del primer mundo, el cual, la mayoría
de los argentinos desprecia votando,
reiteradamente, a gobiernos populistas.
Además, el cambio monumental que tuvo la Argentina y del cual perduran muchas
de las medidas que se tomaron, se hizo en una mejorada democracia. Menem
terminó con el desacato: cualquiera podía criticar sin miedo al gobierno y al
presidente.
Se
efectuó un esfuerzo que deberíamos aplaudir y revisar -sin el ensañamiento que
produce la pasión política- para
corregir lo que se hizo mal pero sin abandonar el camino que, sin duda, nos
llevaba a codearnos con los más prósperos países del mundo. El riesgo país,
otra prueba que indicaba que íbamos bien, bajó considerablemente.
Las
instituciones surgen por las fricciones que existen en la sociedad. Éstas se
deben a que la información de la que disponemos no es ni igualitaria ni
perfecta, por eso muchas veces no entendemos qué nos pasa y vivimos siempre con
incertidumbre, es por ello que el Estado
tiene un rol fundamental en la estructuración de los diferentes mercados y en
hacer respetar las instituciones que promueven incentivos para que la sociedad
actúe de la mejor manera y con la mayor libertad posible. Es imprescindible, se necesita en un mercado impersonal como es
el mercado moderno, donde la respetabilidad ya no es el valor primordial, porque no se conoce a los que compiten, que
haga cumplir las reglas de juego en forma imparcial. Es necesario un poder
judicial que funcione bien y el estado de derecho.
El ex
presidente Menem respetó la libertad política que alcanzamos en 1983, y
logró, en muchas áreas, sacarle al Estado lo que había rapiñado desde
el 43 en adelante, lo alivianó para que
pudiera ocuparse mejor de lo que le corresponde.
Nos
permitió vivir sin ninguna clase de control a la libertad de opinión y, cuando se dio cuenta, que sólo podíamos crecer si imitábamos a los
países más adelantados del mundo, no vaciló en dejar su añeja postura
peronista. Propició un cambio económico
y político que nos abriera las puertas para relacionarnos con los países que
nos podían comprar, si hacíamos los cambios adecuados a nuestra estructura
económica ligada, estrechamente, al Estado.
La
confianza es la base del crecimiento. Cuesta mucho a un país volver a ser
creíble y con el tiempo que se dilapida
perdemos, también, oportunidades
para mejorar.
Muchos
liberales piensan que no hay que hacer concesiones llamando liberal a la
política menemista. Creo que donde deben hacerse concesiones no es en el campo universitario
pero sí en el político, donde se innova frente a problemas de muy difícil
resolución, y más aún, en países con
ideas marcadamente anticapitalistas.
¿Cómo
denominar antiliberal a un gobierno que dio marcha atrás con casi todas las
políticas que convirtieron desde el 43 en adelante, a la Argentina, en un país
de corte nacionalista y socialista?
Basta
con repasar lo que hizo Perón a partir de 1946 para afirmar que Menem dio una
vuelta de tuerca entera en cuanto a la
orientación política e ideológica.
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