Educación y Covid 19: ¿Dónde están las niñas?

Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Días atrás, el ministro de Educación Nicolás Trotta, declaró en TN que “la
evaluación nacional de la continuidad pedagógica que hizo el gobierno confirmó que
durante el año pasado casi el 10% de los estudiantes tuvieron bajo o nulo vínculo con la
escuela” y agregó que dicho número ascendía a casi un millón de alumnos.
Es claro que algunos niños y jóvenes han sacado provecho de la modalidad de
aprendizaje virtual, la cual prácticamente ha sido la norma desde el comienzo de la
pandemia, pero como bien señala el ministro, muchos otros no. Por ello, el gobierno
trabaja en un programa, denominado Acompañar, el cual “intentará ir a buscar a los chicos
que dejaron la escuela, para que regresen”.
¿Quiénes son esos chicos? Sin duda, la realidad socioeconómica de las familias es
un factor relevante a la hora de intentar identificarlos; pero otro posible factor, menos
obvio, lo sugiere la evidencia internacional: el género.
La tasa de deserción escolar de las niñas ha sido mucho más importante desde el
comienzo de la pandemia que la de los chicos. Según UNICEF, los cierres de escuelas
podrían haber provocado que 20 millones de niñas en edad de secundaria hayan
abandonado sus estudios para cuando la crisis sanitaria haya concluido.
¿Qué motiva este hecho? Entre otras razones, las niñas se enfrentan a una mayor
presión para dar prioridad a tareas domésticas y al cuidado familiar. Por ejemplo, según
U.N. Women and Women Count, en Asia y el Pacífico, el 67% de los padres han
reportado aumentos en el trabajo doméstico de sus hijas, en comparación con el 57% de
sus hijos. Por supuesto, este hecho afecta el tiempo disponible para el estudio y el acceso
a oportunidades de aprendizaje virtuales, incluso cuando existe conectividad y los
dispositivos están disponibles.
Por cierto, las niñas son particularmente vulnerables a los efectos negativos de la
deserción escolar, pues en muchos casos sufrirán consecuencias a largo plazo, más allá
de la pérdida de capital humano. Al respecto, estudios del Banco Mundial reportan que
los beneficios que las niñas obtienen de la educación secundaria radican no sólo en su
acceso a mejores posibilidades laborales y, por consiguiente, a mayores ingresos, sino
también en la disminución de la tasa de matrimonio infantil, y de mortalidad y
malnutrición infantil. Este hecho se origina en que las escuelas proveen información
esencial sobre el cuidado de la salud, por ejemplo, a través de los programas de educación
sexual integral.
Las consecuencias negativas del cierre de las escuelas para las niñas y jóvenes no
terminan allí. El aumento de las tasas de violencia de género está relacionado con los
confinamientos y la pérdida de ingresos familiares, el cierre de las escuelas elimina, en
muchos casos, el espacio de mayor protección al cual pueden acceder en situaciones
extremas. Por otra parte, para aquellos que abandonaron sus estudios y pasan más tiempo
en línea, los riesgos del cyberacoso y de la explotación sexual también han aumentado. A
modo de ilustración: Filipinas registró entre el 1 de marzo y el 24 de mayo de 2020 casi
280.000 casos de abuso sexual en línea, cuatro veces más que en todo 2019.
Retornemos a nuestra realidad. La foto es clara, el cierre de las escuelas ha generado
costos más allá del deterioro en los conocimientos adquiridos por quienes tienen la fortuna
de poder hacer un uso adecuado de las posibilidades que otorga la educación virtual. El
cierre de las escuelas ha provocado una deserción escolar de magnitud inimaginable, de
sobremanera en la escuela secundaria, seguramente en los estratos socieconómicos más
humildes y, probablemente, habrá ampliado la brecha de género que nuestra sociedad
tiene la obligación de eliminar.
Alguna vez Domingo Faustino Sarmiento señaló que “todos los problemas, son
problemas de educación.” ¿Qué mejor ejemplo? Si deseamos eliminar la brecha de
género, facilitar que nuestras niñas y jóvenes accedan a más y mejor capital humano es la
respuesta, la vuelta plena a la presencialidad en cada rincón de nuestro país es esencial
para ello.
Publicado en Perfil.
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