La guerrilla aún nos divide
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
“Desde el punto de
vista psicológico,
esa generación parece dotada de un verdadero coraje,
de una
espantosa voluntad de actuar y de una confianza
no menos espantosa en las
posibilidades de cambio.”
Hannah Arendt
Los
diarios anuncian, cada tanto, el fallecimiento de algún militar que muere
sin haber tenido un juicio justo, que ha sido privado de la libertad por muchos
años, alejado de su familia y lo que es peor para un miembro de las Fuerzas Armadas
desprestigiado y tratado como a un criminal de la peor especie.
Es interesante, volver al fenómeno de la guerrilla, cuyas consecuencias
afectan y separan, aún hoy, las
opiniones de los argentinos, tal como ocurrió cuando la sociedad se
dividió en peronistas y anti-peronistas o como en la actualidad en
kirchneristas y antikirchneristas. Es
el tema de otra guerra, esta vez entre argentinos, que nos duele tanto como la
de Malvinas, se padeció en nuestro país
por el accionar del terrorismo.
Desde
1963, un clima de violencia se fue preparando en Argentina a la vez que en el
mundo triunfaba la revolución cubana en 1959, se producía el Mayo Francés del
68, hechos que, junto a la China maoísta,
con la formación de guerrillas durante la Segunda Guerra Mundial, influyeron a jóvenes que en nuestro país fomentaron la lucha contra el “imperialismo”, mediante la “liberación
nacional” y la lucha continental.
Silenciosamente se formaron los grupos juveniles opositores a los gobiernos
militares, atrajeron a dirigentes
obreros de izquierda, quienes llegaron a
organizar, con jóvenes terroristas, protestas incendiarias, violentas, como fue “El Cordobazo”, (Mayo de 1969) la
cual mostró la radicalización de la
juventud guerrillera y estudiantil en la Argentina.
Juan
Domingo Perón, exiliado en España,
significó un polo de atracción poderoso y fue idealizado por una porción de la
juventud guerrillera que convertida al peronismo, tomó la acción directa, como medio para
obtener fondos y armas para iniciar la lucha hacia el poder. Las ideas socialistas que reposan, entre varias,
dentro del movimiento peronista, fueron rescatadas por jóvenes católicos
argentinos, de origen fascista, este fue el caso de los líderes guerrilleros, Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo Ramus y
Mario Norberto Firmerich, y muchos más. Eran alumnos del Colegio
Nacional Buenos Aires, pertenecientes a sectores sociales medios y altos, se nutrieron de las doctrinas impulsadas por
parte de la Iglesia Católica, primero desde el Vaticano, luego reinterpretadas
por los sacerdotes del Tercer Mundo surgidos en 1967, de tendencia
socialista, quienes en sus discursos
criticaban la violencia de los opresores y justificaban la de los oprimidos.
Antes de
asesinar, en 1970, a Pedro Eugenio Aramburu -presidente de la
República entre 1955-1958- los
Montoneros, mataron a Augusto T. Vandor, Secretario General de la Unión Obrera
Metalúrgica y, en julio de 1970, tomaron “La Calera” localidad cordobesa. Le siguieron varios actos terroristas realizados por
diferentes tropas guerrilleras, como el que, en
agosto de 1970, acabó con la vida
de un importante dirigente gremial, José
Alonso y más tarde, el de José Ignacio Rucci, el cual indignó a Perón, en
1973.
En 1971
apareció un nuevo grupo que defendía ideas marxistas trotskistas el cual tendrá
una intensa trayectoria: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
responsable en 1972, entre otros
hechos, del asesinato de Oberdán
Sallustro, director de la Empresa Fiat.
La
Universidad fue un semillero de la guerrilla, dejaron, en el
intento por tomar el poder, sus vidas,
las de sus amigos y de sus familias, que muchas veces no tenían nada que
ver, pero se involucraron tratando de
esconderlos para salvarlos de la muerte. Los objetivos debían conseguirlos con
armas, siendo el principal, terminar con la sociedad, presuntamente, capitalista.
La guerrilla peronista, de origen
fascista, terminó acercándose a los
terroristas de izquierda, los cuales defendían, también, como los movimientos
tercermundistas de la Iglesia, la justicia social, tan cara al discurso
peronista.
Colaboraron en el desarrollo del grupo “Montoneros”,
los intelectuales José Hernández
Arregui, se leían sus libros de fuerte contenido nacionalista, Rodolfo
Puiggròs, primer líder comunista de los años 40, rector e interventor de la
Universidad de Buenos Aires en Mayo-octubre de 1973, Arturo
Jauretche , escritor integrante de FORJA, llamaba a transformar “la Argentina
colonial” en una “Argentina libre” ,
Rodolfo Walsh, escritor y oficial
montonero, como también
sacerdotes, y políticos,
quienes se sumaron a la lista.
Antes
de que la represión fuera vista como un buen camino por Perón y terminara en José
López Rega, los guerrilleros equivocaron
el camino, creyeron que Perón haría todo
lo que ellos quisieran, por eso apoyaron
su regreso al país, no olvidemos que, en
una carta, le dio el visto bueno al
crimen del ex presidente Aramburu. Una vez que el viejo caudillo alcanza la
presidencia, por tercera vez, se
convirtió en el enemigo que habría de
aniquilarlos, tal como enseña
Maquiavelo. Necesitaba un clima de paz para gobernar, no regresó al país en época de vacas gordas, como en el primer gobierno, no había para
repartir, además, tenía que apaciguar a
las Fuerzas Armadas porque se oponían a
que guerrilleros influenciaran en el partido peronista. Por todo ello, Perón apoyo a los sindicatos y a las
organizaciones que se mantenían sujetas a sus órdenes, desató una guerra entre el Estado y grupos
paraestatales, ayudados desde el Estado, abandonando a su suerte a la
guerrilla; les esperaba una represión
indiscriminada, la cual se inició, formalmente, con el decreto de 1975 del gobierno
constitucional peronista de María Estela Martínez de Perón.
Esta
juventud apresurada, no entendió que el revolucionarismo choca contra la
realidad, la pretensión de cambiarlo
todo y, lo que es peor, el intento de lograrlo, necesita de medios violentos. La represión que sufrieron hizo que
fuera menguando la cooptación de
adherentes, muchos se exiliaban, no en
La Habana, sino en Paris; las fuerzas
militares se hicieron cargo de la
represión antisubversiva, los
acorralaron, y desbarataron sus planes de lucha. Se cometieron excesos y
abusos, como en toda guerra, que
terminaron por desprestigiar, no a algunos militares sino, injustamente, por motivos políticos e
ideológicos, a toda la Institución
militar. La sinrazón con que se ha
tratado a la Fuerza que nos salvó de un delirio, es injustificable, la mayoría de los argentinos olvidó, que si el terrorismo hubiera tenido éxito, la
sangre, el luto y la miseria, nos habrían devastado, tal como sucedió en todos los países donde se
persistió en la lucha armada,
necesariamente clandestina.
Los
crímenes, de los ejércitos de la guerrilla, alcanzaron
un injusto olvido, terroristas, aun hoy,
se pasean como vencedores y ocupan cargos en la sociedad a la que
pretendían destruir, lucharon durante
los gobiernos militares y también durante el gobierno constitucional de 1973-76. Buscaron el apoyo
popular mediante acciones a lo “Robín Hood”, obligando, mediante secuestros y asesinatos, a repartir camiones con alimentos en barrios
pobres, tomaron fábricas y cometieron
una gran variedad de acciones
delictivas. Pero, las revoluciones que se han hecho en el
mundo, en nombre de los obreros, han demostrado que ellos quieren al trabajo, más que a la Revolución, pretenden vivir mejor, percibir buenos
salarios y vivir en paz. Los que
intentaron convertirlos en revolucionarios fueron mayoritariamente
intelectuales que renegaron de un status alto,
en el que encontraron frustración,
por ello creyeron, muchas veces con las mejores intenciones, que
podían cambiar al mundo por decisión propia,
con armas y valor. Sin
justificar los desmanes que se cometieron durante la represión, destaco que a las armas, se las combate con armas.
Este
incompleto resumen sobre el terrorismo, muestra la inconsistencia en la actuación
de la justicia, los gobiernos, y los intelectuales, quienes por ideología o
esnobismo, se volcaron a contar y juzgar una historia a medias, una vez que
las Fuerzas Armadas desbarataron ideas y acciones disparatadas.
Es hora de que no se mire hacia otro lado, que
se exija que las autoridades se ocupen de quienes están aun injustamente
detenidos. Son demasiados los hechos, que
nos hacen incomprensibles, como bien lo expresó,
una vez, Guy Sorman: “Si Tomás Moro hubiera conocido la
Argentina, en lugar de escribir la Utopía, habría descubierto la
"distopía", una isla donde todo funciona al revés, patas arriba. Las
palabras llegadas desde afuera, cuando penetran en la Argentina, cambian de
color y de significación. El observador extranjero ya no las reconoce más, se
equivoca, se desconcierta. ¿Historia, democracia, economía? Todo eso que es
relativamente claro en el Norte, tambalea en el Sur. ¿La historia? Olviden el
progreso; yo no diría que en la Argentina la historia retroceda ni que titubee
sino que marcha, más bien, hacia otros rumbos: lo desconocido, lo
inesperado. Es sólo en nombre de esta concepción singular de la Historia, que la Argentina celebra a héroes que son
antihéroes y aniversarios que son antianiversarios”
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