¿Cara… o cruz…?
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Las
leyes han dejado de ser lo que la Constitución
manda, están determinadas por el
capricho particular, producto de la
arbitrariedad de quienes dirigen el país. El Congreso ha quedado a disposición, por culpa de una mayoría que los ha
votado durante tantos años, adicto por coacción, favores y dadivas, cumple órdenes, se convirtió en una institución dominada por
la sinrazón, donde importa más la
voluntad de quien gobierna, que la
libertad de decidir según conviene al
interés general.
Se
han dejado de lado las instituciones que limitan el poder, ya no interesan los principios
constitucionales para gobernar, la autoridad del Gobierno no está limitada por
leyes iguales para todos, no rigen los derechos individuales como
limite a la acción de quienes
gobiernan.. Es obra de la falta de respeto por la Carta Magna, por sus
principios generales que no permiten privilegios a unos sectores en detrimento de otros.
Se
ha borrado de la memoria que el gobierno no puede hacer lo que quiere. ¿Se
podrá hacer el cambio estructural que se necesita, ante los desajustes que
provocará quebrar,
arrolladoramente, el marco de la
sociedad corporativa y populista actual?. No se debería olvidar la malsana
herencia que aún perdura desde el gobierno de Perón: el amplio consenso que
pueden lograr las prácticas políticas contrarias a la democracia, la libertad y
en suma, el estado de derecho,
reflejadas en gratificaciones inmediatas para amplios sectores de la
población. La falta de respeto a las instituciones y leyes de la República
permitió, en nuestro país, que reine la arbitrariedad, muchas veces escondida
en la expresión de “justicia social”. En su nombre se termina con la igualdad
ante la ley, se dispensan favores con el único motivo de ganar elecciones y mantener a una mayoría adicta, hagan lo que
hagan. De esta forma se ha diluido la ética
del trabajo, la Justicia Social se
ha convertido en injusticia social, pretendiendo que la ley favorezca
más a los amigos del gobierno que
a quienes no lo son o carecen de poder para protestar y ser
escuchados.
Los
piquetes diarios, la coacción de los sindicatos y otros grupos de presión, la
inseguridad jurídica y la injusta distribución desde el Gobierno, están terminando con la responsabilidad
social: todos quieren la igualdad económica, sin trabajar. Veamos en esta
campaña política cómo se reparten desde computadoras a toda clase de beneficios
transitorios y promesas de alcanzar el paraíso perdido, se oculta que no existe
la sociedad perfecta, racionalmente organizada, sin alienaciones,
frustraciones, dominaciones ni desigualdades. Pasadas las elecciones, las propuestas de inspiración mesiánica de la
mayoría de los políticos tropiezan contra la realidad de la dinámica social, es
allí donde comienzan las desilusiones. Quienes se ven afectados por tanto atropello, han terminado por
descreer de los políticos y la política,
sin notar que los responsables son los que siguen apoyando a
quienes, por ganar elecciones, no respetan los procedimientos y otorgan
concesiones particulares, privilegios que descarta la Constitución. Hace apenas
días vimos, en primera plana, al Ministro de economía pactando en una mesa con Hugo Moyano, quien en vez de preocuparse por mejores condiciones
para su sector, pacta por privilegios personales, relegando desde hace décadas, como tantos otros líderes sindicales, el valor
especialmente ético de su actividad..
Por
otro lado los partidos políticos no nos aclaran, nítidamente, qué
principios son irrenunciables y a los que responden. ¿Cuáles son los que unen a
quienes hasta hace poco tiempo pertenecían a un espacio político con ideas radicalmente diferentes?,
de muestra basta un botón: Sergio
Massa, quien ha pertenecido a la UCEDE,
fue jefe de Gabinete del Kirchnerismo y
luego acérrimo enemigo, denunciando sus arbitrariedades y errores, hoy Ministro y candidato presidencial por Unión
por la Patria, aboga por la reputación
“intachable” de Cristina Kirchner .. Un
político de este tenor ¿puede provocar la confianza que se necesita para
alcanzar un orden social mejor?, ¿pensaría
fortalecer los mercados y estar en contra de los abusos del poder
estatal?, ¿se animaría a quitarle al gobierno la
posibilidad de emitir sin respaldo?
¿Cómo
evitar que el gobierno que viene nos conduzca, otra vez, a una situación similar a la actual, donde el fortalecimiento del Estado vuelva a aparecer como objetivo decisivo de los intereses
populares, concebido como un padre
omnímodo que defiende a los humildes de los poderosos, como
afirma, vociferando, la
vicepresidente en sus discursos, en
ataque o amenaza feroz hacia los empresarios?
El
nudo de la tragedia vigente es que la corriente política mayoritaria eligió
estilos y propuestas autoritarias, lo que ha interferido en lo que Friedrich Hayek llamó “orden espontaneo”, el
que se amolda a una sociedad democrática, donde se respeta la libertad individual,
existe un
orden institucional que permite las
acciones voluntarias de los hombres,
limitando el poder. La democracia no lo
puede todo, es solo un método pacifico
para conseguir el poder, posibilita un
ambiente para alcanzar una sociedad
libre, es importante cuidarla, sin contaminarla, respetar sus tres pilares básicos: la opinión
pública institucionalizada, el sistema de partidos, el mercado del voto y una
justicia independiente. Creer en un Estado omnímodo ha contribuido, más que nada,
a crear una grieta que nos persigue desde Perón, llevándonos a sucesivas crisis políticas,
económicas e institucionales.
Debemos
dejar de tener aprecio por un gobierno injusto,
con tendencia a ser ilimitado,
que provoca desunión y empobrecimiento, con acciones y leyes
anticonstitucionales, arbitrarias, que paralizan el normal funcionamiento
social. Argentina hace recordar al Dr.
Jekill y Mr Hyde de Stevenson: algunos
políticos, alejados de la moderación
y el equilibrio necesario para escuchar,
conversar y disentir con argumentos, se
asemejan a Hyde, el monstruo dormido que acecha hasta poder mostrarse en plenitud después de las elecciones. Importa reconocer a los Mr Hyde, no otorgarles más poder que el que manda la
Constitución o seguirán quitándole jerarquía a las instituciones jurídicas y
económicas, también a la política, ya se
advierte: aumenta, cada vez más, la
gente desinteresada en participar e interesarse en la marcha del país. Es
lamentable que para tantos todo dé lo
mismo, en vez de luchar para terminar con
la cultura política difundida, allá
lejos y hace tiempo, por el peronismo: el
nacionalismo, la idea de autarquía nacional, el paternalismo- manifestación típica del autoritarismo- y el
dirigismo estatal, todos rasgos del populismo, compartidos,
aun hoy, por el gobierno actual y
sus incondicionales..
La base de un futuro mejor será dejar de vivir
como en un país en guerra, con el
adversario asimilado a la noción de enemigo, la experiencia del pasado no nos
debe volver a condenar. Lo deseable
debería partir de un perdurable acuerdo
político, con quienes deseen promover
democracia, ingreso de Argentina a los mercados, la política, la tecnología y
el saber internacionales. Si el país
incorpora a su cultura política la misma meta: el progreso, lo demás
vendrá por añadidura.
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