Mi entusiamo por el liberalismo
Carolina González Rodríguez

Abogada. Docente universitaria. Miembro del Consejo Académico de Fundación Atlas. Premiada en el "Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010)", organizado por Fundación Atlas.



“No emperor has the power to dictate to the heart.”
Friedrich Schiller

El “huracán” Milei trajo consigo muchas sorpresas. Este histórico caso de “revolución cultural” bajo la bandera del liberalismo (revolución y liberalismo son contradicciones en términos. Lo sé, pero permítanme la licencia poética), presenta tantas aristas que es mucha la gratitud que los científicos sociales le debemos, ya que nos da incontables ángulos para analizar y desmenuzar. 
De ellas particularmente me interesa hoy considerar el fanatismo que se percibe en las redes sociales en los seguidores de Javier Milei. ¿Cómo se traduce ese fanatismo? ¿Cómo se define, o en qué -concretamente- consiste? En mi opinión, el fanatismo es sinónimo de “ideología”. Ha sido el profesor Alberto Benegas Lynch (h) quien nos machacó la importancia de evitar incurrir en la trampa ideológica, entendida como “una pseudocultura alambrada” que “es la antítesis del espíritu liberal, puesto que esta tradición de pensamiento requiere puertas y ventanas abiertas de par en par al efecto de incorporar nuevo conocimiento, ya que este demanda debates entre teorías rivales, puesto que el conocimiento es siempre provisorio, abierto a refutaciones”.
Formada en las enseñanzas del Dr. Benegas Lynch (h), por supuesto que entre otros innumerables autores de la tradición liberal, el violento choque entre la intolerancia demostrada en infinidad de ocasiones por quien hoy se presenta como el potencial presidente “liberal” que regirá los destinos de Argentina, y esta característica troncal del liberalismo me resulta cada día más incongruente.
Por "incongruencia" me refiero a la concepción totalizadora del ideario liberal, y el recurso a insultos e improperios dirigidos a otros individuos. Con el agravante de haberse convertido en el liderazgo de cientos de miles de personas que -arrastradas por el fanatismo- se creen con “derecho” a propiciar insultos y amenazas a quienes cuestionan las premisas del líder; o simplemente plantean observaciones o desafíos a las conclusiones que -como numerus clausus- ofrece el candidato. 
La tecnología sirve de óptimo conducto para la liberación de estas fuerzas fundamentalistas. Tras el telón del anonimato, o no, Twitter se ha convertido en un campo de batalla ilimitado, en el que los costos son nulos y los beneficios de la verborragia bélica -en su imaginario, al menos- muchos. Los usuarios se convierten en “soldados de Milei”; “organizadores de hostigamientos”, o “integrantes de las fuerzas del Cielo”. Todas ellas concepciones diametralmente opuestas al ideario liberal que -como también enseña el afamado Profesor Benegas Lynch (h), y su discípulo dilecto no se cansa de repetir, es el “respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión en defensa de la vida, la libertad y la propiedad”.
El respeto “irrestricto” implica que no deberían admitirse excepciones a la práctica respetuosa; la concepción de “prójimo” trasunta una visión igualitaria, en tanto las acepciones de la palabra que en este sentido aplican, y ofrece la RAE son “individuo cualquiera” y “Persona respecto de otra, consideradas bajo el concepto de la solidaridad humana”. Y en cuanto al principio de “no agresión”, profundizar sería sobreabundante e irrespetuoso para con quienes dedican tiempo y esfuerzo a leer estos pensamientos en voz alta. 
Entiendo que es consecuencia directa de esta definición de liberalismo concluir que es parte troncal del ideario liberal asumir la RESPONSABILIDAD por los actos propios. De ahí que las múltiples evidencias de faltas de respeto a los proyectos de vida ajenos, que conllevan una percepción antagónica de lo que sería un “prójimo”, y -consecuentemente- la agresión sostenida del líder y sus seguidores a quienes ejercemos nuestra libertad de pensar distinto, o simplemente, planteamos desafíos o críticas que intentan ser constructivas,  hacen que me resulte muy difícil adherir a Javier Milei, como candidato político. Y esto debido a que me resultaría imposible hacerlo sin caer en una insostenible incongruencia con los principios que desde hace muchísimos años sostengo, luego de descubrir los fundamentos racionales, morales y epistemológicos que fundaban mi intuitivo descontento con el status quo, y con la Matrix a la que la formación de la escuela secundaria, y fundamentalmente, el CBC de la UBA me habían enchufado.

El fanatismo y el entusiasmo. 

Observar los resultados del liderazgo político de Milei conlleva una sana preocupación por el futuro. ¿Cómo podría definirse, o al menos encuadrarse, el liderazgo de Milei? ¿Cuál es el impacto en sus seguidores? Y ese impacto, ¿es de la persona Javier Milei, o del ideario liberal? (o, en su defecto, aunque más incongruente todavía, del libertarianismo). 
Avolio et al. (2004) sostienen que los profundos y estresantes desafíos que afrontan las sociedades hoy en día demandan “(...)  a new leadership approach aimed at restoring basic confidence, hope, optimism, resiliency, and meaningfulness”. Definitivamente, las ideas liberales son, precisamente, las que refuerzan los valores de autoestima, esperanza, optimismo, resiliencia y significancia. Pero estos valores implican, ineludiblemente, la contracara de la convicción de que no existe el “derecho” a ser rescatados de las malas decisiones que cotidianamente los individuos tomamos. Y es esa cara de la “moneda liberal” la que no se le escucha a Javier Milei. 
Sin este componente en su oferta electoral, los seguidores de Milei encuadran perfectamente en el fanatismo. Los planetas se alinearon para que en mis típicos hallazgos “por casualidad” me encontrara con la obra de Mdme. Germaine de Staël, a quien conocí por intermedio del profesor de la University of Illinois at Champaign-Urbana, Aurelian Craiutu, y su artículo  que condensa magistralmente dos de las obras de Mdme. Staël más importantes: Réflexions sur la paix intérieure (1795) y De l'Influence des passions sur le bonheur des individus et des nations (1796)
Germaine de Staël fue una pensadora francesa contemporánea de la Revolución Francesa de 1789, cuya preocupación -por la observación de los hechos revolucionarios- se focalizó en la existencia de extremistas y fanáticos, de lado y lado, así como en su defensa de la moderación política. 
Para Mdme. de Staël, los fanatismos surgen de estados de convulsión social, en los que la situación facilita el apasionamiento y los desbordes que conducen a las posiciones extremas. En el Siglo XVIII adelantó lo que considero son  los condicionantes de cualquier populismo, en la medida en la que, para esa doctrina, la adhesión a un partido demanda una obediencia ciega al líder, con independencia del contenido propuesto por ese liderazgo: 
Este fanatismo puede llevar a justificar la violencia, de ser necesario, en la medida en la que la convicción sostenida implica ineludiblemente un utilitarismo basado en el Maniqueísmo del “nosotros” y “ustedes”. La existencia de un “enemigo” también se traduce en términos modernos a uno de los pilares del populismo, con absoluta independencia de que se trate de un populismo de izquierdas o de derechas [*l].
La intransigencia que se percibe en Milei implica un agravamiento de la situación que podría presentarse en el futuro. Dice Mdme. de Staël que los fanatismos contienen, en sí mismos, un purismo que no distingue entre lo conveniente y lo inconveniente para la misma fuerza política (sin entrar a discutir sobre lo conveniente o inconveniente para la nación en su conjunto). Esto significa que cualquier legítima e imperativa negociación, en un marco democrático, implicaría transigir, una cesión, un abandono de la posición fundamental y una “traición” a la ideología abrazada con fundamentalismo. El utilitarismo, en este caso, se desdibuja por completo, y el sacrificio de una parte del ideario es intolerable, aunque ese sacrificio resulte en un beneficio mayor (tanto para el propio partido como, eventualmente, para la sociedad en general). 
Considero que esto último agrava la situación de La Libertad Avanza, en la medida que el contenido liberal de su propuesta, es completamente contrario a -precisamente- cualquier fanatismo, idolatría o fundamentalismo. Los liberales estamos convencidos de NO entronizar, ninguna idea (ni siquiera las propias), y menos aún a un  individuo. 
Esta intransigencia viene siendo una marca de nacimiento para lo que ya me animo a designar como “Mileismo”. Entonces, ¿cuáles serían las reacciones de los fanáticos seguidores cuando, Javier Milei se vea en la obligación de ejercer de político, de ejercer de “casta”, y, en el mejor de los casos, tener que negociar con sindicatos, piqueteros, gobernadores, intendentes, peronistas, kirchneristas…? ¿Y cómo nos afectaría a quienes no estamos ni de un lado ni del otro de la contienda? ¿Podríamos resultar casualties of war de esta batalla entre dos fanatismos de signo contrario? Salvo que esa negociación sea parte del intercambio político de Milei con Massa, o de Massa con Milei, mejor dicho; y el fanatismo de sus seguidores la haga encuadrar en la justificación del líder. Ojalá!... llegado el caso.  
Más allá de los desafíos que esta propuesta genera (como por ejemplo, cómo evitar que el entusiasmo se convierta en fanatismo), la respuesta estaría dada en la moderación, el equilibrio, la introspección, el desapasionado razonamiento y el pensamiento crítico. Para quienes nos consideramos liberales, sería un simple ejercicio de (i) nuestra libertad individual, y (ii) de la disciplina y la congruencia epistemológica, que nos impone la obligación de pensar, observar y arribar a conclusiones, con honestidad intelectual, y sin miedo a las consecuencias de hacer públicas esas conclusiones. 
Por ahora, así funciono. Pero ya hay algunos amigos sugiriendo que no me exprese tanto… a ver si todavía caigo en las garras del @GordoChoto, o del @GordoDerechoso.

 

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